La explicación del dicho popular está llena de ciencia. La música actúa sobre el hipotálamo, el núcleo de accumbens y el área tegmental ventral, lo que activa los centros de recompensa y placer de nuestro cerebro. También estimula la producción de oxido nítrico, una sustancia vasodilatadora; la liberación de serotonina; y ayuda a reducir los niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés y la ansiedad.
Es triste pero me gusta
Aunque puede sonar contradictorio, es verdad que algunas personas disfrutan escuchando canciones tristes. Esto es debido a otra hormona, en este caso la prolactina, segregada por nuestro cerebro cuando sentimos tristeza para producirnos un sentimiento de consuelo.
No puedes quitarte esa canción de la cabeza...
Seguro que te ha pasado, aunque detestes la canción. Sobre todo con las melodías de algunos anuncios. La respuesta se encuentra en la llamada corteza auditiva del cerebro y sucede porque nuestro órgano pensante intenta ordenar la información. En ocasiones, tratándose de la música, interpreta que hay trozos de la melodía incompletos, por que procura llenar los espacios que le faltan y la repetición es la manera que tiene de buscar las piezas que no tiene. La publicidad acude mucho a esta "jugarreta" de nuestro cerebro para crear un vínculo y así hacer que pensemos todo el rato, de alguna manera, en el producto que están intentando vender.
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